Por EDGARDO MARÍN
Dos hechos se conjugan en 1951 para modificar nuevamente el formato del torneo. Por un lado, la necesidad tradicional de aumentar las fechas del campeonato para garantizar el flujo de las tesorerías. Por otro, el enorme interés que vienen produciendo los torneos. De modo que los doce competidores de 1951 juegan dos ruedas de todos contra todos y una tercera entre los seis primeros. No es una liguilla, pues sus animadores llegan a esta última rueda con el puntaje acumulado en las dos primeras.
Esas son las reglas del juego en el campeonato que Unión Española va por el desquite. La Unión e Isidro Lángara. Porque el legendario vasco había sido el técnico del 50 y debe soportar las críticas a su gestión y, particularmente, a la estrategia del cuadro rojo en la definición con Everton de Viña del Mar.
Aun cuando la Unión hace 57 goles en 1950 (uno más que los viñamarinos), la idea en Santa Laura es que hay que mejorar la producción del ataque. La estructura defensiva está fuera de discusión. Hernán Fernández es un gran arquero y la solvencia de Isaac Fernández es reconocida. Américo Azares, Valentín Beperet (el “Gaita”) y Jorge Ibáñez completan un cuadro de fortaleza en el quite. Tampoco es problema el enlace, con la entrega generosa de Atilio Cremaschi y la organización de Carlos Rodolfo Rojas.
También tiene gol la Unión, con Mario Lorca, artillero indiscutido. Pero quiere más. Entonces, desde Universidad de Chile –donde no convence–, llega Pedro Hugo López para la punta izquierda. Y desde Buenos Aires se trae a otros dos delanteros (Mario Sierro y Francsico Arbios) que, sin embargo, no concretan y son devueltos.
A pesar de todos los preparativos, al abrir el campeonato no gana tanto en ataque la Unión y sí parece perder en defensa (2-4 con Magallanes y la misma cuenta con Santiago Morning). Y cuando funciona en ataque con la incorporación de Claudio Río (4-0 a la U), se resiente la defensa (3-4 con Everton y 4-6 con Green Cross).
Durante seis fechas los rojos se mantienen en la incertidumbre. Es entonces, ganándole 3-1 a Ferrobádminton, cuando aparece en la formación un joven que sería decisivo. Y que no viene del extranjero. Es un futbolista amateur de Concepción, Raúl Cárcamo. Él alivia las tensiones de Atilio Cremaschi –muy exigido en las últimas temporadas–, permitiéndole irse con más libertad al ataque.
Entonces aparece la verdadera Unión. De fútbol reposado, engañoso, que de pronto mete el pelotazo para un ataque profundo, con dos aleros incisivos y un goleador nato. Pedro Hugo López hace 18 goles, Mario Lorca 17, Atilio Cremaschi 15. Decisivas contribuciones a la mejor producción goleadora de un equipo en el profesionalismo: 72 goles en 27 partidos.
Aún así no es fácil. Los seis equipos que pasan a la tercera rueda son favoritos. Cualquiera puede ser campeón, se comenta. Y con razón. La juvenil formación de Audax pasa con 30 puntos, seguido de Everton (29), Colo Colo (28), Unión Española (27), Santiago Morning (26) y Universidad de Chile (25).
El más certero en la rueda de definición es la Unión, que sólo pierde un punto. A favor de su mejor puntaje en las ruedas previas, Audax termina el torneo con 36 puntos, los mismos de la Unión.
Definen el 13 de diciembre. Recién once meses antes los rojos habían perdido la definición con Everton. Esta vez ganan, con gol de penal de Mario Lorca.
Se escribe, al final, lo mismo que el 50: “ha sido el mejor de todos los campeonatos".
Extraído del libro "Historia total del fútbol chileno"
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